Been there, done that
"Los verdaderos amigos deben enfadarse de vez en cuando"
Louis Pasteur
Nunca había estado de acuerdo… hasta hoy.
Comenzaré con el “autocontrol”. El autocontrol nos permite tener absoluto dominio de nuestras reacciones ante cualquier estímulo, sea positivo o negativo. Lo ideal sería tener el control de nosotros mismos las 18 horas que estamos activos en el día, pero eso no siempre es fácil, menos aún ante un estímulo negativo, como una discusión. Aún así, siempre hay un momento en que nos podemos detener antes de decir o hacer algo de lo que nos vayamos a arrepentir. Siempre hay un momento en el que tu mismo sistema te indica que debes retirarte, que necesitas silenciarte. El detalle es tener suficiente control y escucharnos lo suficiente para saber en que momento es mejor decir “platicamos después”.
Hoy recordé que el peor momento para enojarme no es antes de ir a la cama, como a la mayoría nos enseñaron. El peor momento para enojarme es durante una discusión. Enojados perdemos el control de nosotros, decimos cosas que no pensamos y que no sentimos; la ira nos cega y nubla nuestra razón. Iracundos no entendemos razones, no reconocemos personas y podemos incluso lastimar a las personas que nos importan.
Analizándolo, me di cuenta de que después de una discusión en la que herimos los sentimientos de alguien que nos importa, creo que atravesamos por cuatro fases:
- La primera de ellas parece ser la justificación: "yo te dije eso porque tu...". Al pasar por esa fase, nuestro subconsciente está enterado de que dañamos a alguien más y tratamos entonces de justificar nuestro proceder, para evitar sentirnos mal.
- La segunda fase es la de la minimización de los hechos: "no es para tanto". En esta fase tratamos de convencernos de que el daño que causamos fue mínimo y que en realidad la parte afectada está reaccionando exageradamente. La idea ahora es no sentirnos tan mal.
- La siguiente fase es la de la concientización: "Sí. Lo hice y estuvo muy mal". En esta fase nos damos cuenta de la magnitud del daño ocasionado y tratamos de explicarnos a nosotros mismos nuestra reacción, para poder estar un poco tranquilos. Hacemos una especie de análisis causa-raíz y a partir de ahí creamos una estrategia de reparación.
- La última fase es la de la humildad: "Sí, te lastimé y lo siento mucho". Esta es la más difícil, porque en esta fase dejas a un lado el orgullo-no-sano y decides tratar de arreglar la situación con la persona afectada (y de paso calmar a tu conciencia). Si la parte afectada es alguien por quien tienes un sentimiento afectivo, la situación debe ser mucho más fácil, ¿qué mejor que pedir a alguien que sinceramente te quiere que te disculpe?.
Para reconocer nuestros errores, disculparnos por los mismos y afrontar las consecuencias necesitamos tener un carácter fuerte, y aquí cabe aclarar que "carácter fuerte" no es el de la persona que grita y se enoja con facilidad, sino el de las personas que saben reconocer sus errores, ser humildes y que están concientes de que disculparse cuando es necesario no les quitará valor humano.
lo quiero compartir contigo… sabes lo que significas para mi.